Jany Martínez-Ward se une a una misión sin fronteras y muchas ilusiones
De todos es conocida la popular frase “honrar, honra”, y eso es lo que Jany Martínez Ward quiso poner en práctica en estos días. La famosa abogada experta en accidentes de tráfico hizo un espacio en su ajustada agenda para unirse a la campaña de la emisora de radio Oasis 1210 AM de Miami, llamada “Misión Frontera de Ilusiones”. En ella por unos días visitaron la frontera sur de Estados Unidos con el norte de México en la zona de Matamoros, Tamaulipas, allí donde habitualmente oímos en las noticias sobre el cruce de inmigrantes por el río Bravo.
Pero cuando escuchamos las cosas que allí suceden, mientras que muchos de nosotros nos preguntamos “¿pero qué se me ha perdido a mí allí?”, a Jany le vienen a la memoria los recuerdos que ella misma vivió hace 20 años. Cuando era una jovencita que acompañada de su hermanito pequeño y de su madre, cruzaron la frontera como muchos de los que hoy día llegan a ese lugar, sin nada, solamente con lo puesto, pero con una inmensa carga de los pesares que dejaron atrás y enormes ilusiones.
Por aquel entonces, Jany tenía 14 años y su hermanito era tan solo un bebé. Si ya de por sí fue traumatizante dejar todas sus cosas y salir de Cuba, mucho más lo fue ver cómo se llevaban detenida a su mamá, mientras que a ella y a su hermano los ingresaron por treinta días en un “foster home”, uno de esos lugares de acogida, donde los mantienen hasta reubicarlos. Sólo los que han vivido la frustrante sensación de no entender el idioma, no conocer las leyes y la incertidumbre de lo que les pasará al día siguiente, pueden entender lo que un inmigrante siente en esos momentos.
Para Jany Martínez-Ward el tiempo ha pasado, han transcurrido unos 20 años desde entonces, y hoy es una profesional que vive la pasión y el orgullo de sentirse estadounidense, pero les mentiría si les dijera que alguna noche no ha tenido alguna pesadilla que le ha vuelto a recordar lo que ella pasó. Por eso las noticias, las declaraciones de los nuevos migrantes y las tragedias que viven, les “tocan” el corazón. Jany habló con su esposo Greg para comentarle su decisión de apoyar a la emisora y su iglesia con esta misión. Él no dudó por ni un instante el unirse a la campaña con recursos económicos y sus oraciones.
Por varios días los voluntarios de la “Misión Frontera de Ilusiones” llegaron al lugar y estuvieron compartiendo con los migrantes de los dos campamentos provisionales instalados en la zona. ¿Dijimos campamentos?, no, sólo eran frágiles carpas hechas con bolsas grandes de plástico de las que habitualmente compramos para la basura.
La basura que diariamente tiramos en nuestras ciudades con la comida que sobró, con alimentos que vencieron de fecha en nuestros refrigeradores, o que amontonamos y se dañaron en las estanterías. Allí, con sogas amarradas entre árboles, colgaban las bolsas que apenas resguardaban del frío invierno a las familias tratando de protegerse. En su interior se agrupaban hombres, niños y mujeres de diferentes edades. El suelo era también de bolsas plásticas, y apenas tenían alguna frazada. En el exterior y cerca de las basuras, habían clavado algunas estacas que rodearon de plástico y usaban como baño. Allí pasan los días en completa incertidumbre sobre su destino. Sus miradas están puestas en Estados Unidos, muy cerca en la distancia, pero muy lejos por las trabas legales.
Recientemente el gobierno mexicano militarizó la frontera, y la actual administración del presidente Biden estableció que la entrada a EE.UU. para los inmigrantes de Venezuela, Cuba, Haití y Nicaragua, sería solamente a través de un parole humanitario. Pero entre ellos también hay ciudadanos de otros países centroamericanos y de otras nacionalidades. Son desplazados que huyeron del hambre, la corrupción, las pandillas, los abusos, la crisis, las mafias, la extorsión o la indiferencia de sus gobiernos, en definitiva, de la miseria. Aquí entre nosotros hay muchos que se preguntan por qué ellos no cambian sus países, pero no se paran a pensar por qué ellos mismos ahora están aquí y tampoco lo hicieron en su momento.
En los campamentos los migrantes sobreviven como pueden. Algunos les traen comida, otros les dan “trabajitos” para ayudarlos, como por ejemplo, pagarles 40 pesos por lavar su carro, pero les cobran 30 pesos si quieren darse una ducha. Entre ellos se echan una mano con lo poco que tienen, buscan maderas o ramas para hervir la comida que consiguen, o para calentar agua y bañar a los niños. En los dos campamentos hay cerca de 7.000 personas, entre ellos unos 500 niños y hay mujeres embarazadas. El agua y la comida son la primera necesidad.
En el camino hasta la frontera, muchos fueron atracados, secuestrados y recibieron palizas, muchas mujeres fueron violadas. Les quitaron todas sus pertenencias, además de sus escasos ahorros, otros perdieron la vida de manos de los “coyotes”, que sin escrúpulos los ultimaron cuando se negaron a negociar o no pudieron obtener nada. Entre los que extorsionan hay bastantes agentes involucrados, hasta los mismos transportistas que los llevan en camiones hacinados cuando los secuestran.
Las mafias buscan insaciables quiénes son los que tienen familiares en Estados Unidos, para pedir su rescate. En este sentido, los cubanos son los preferidos, porque son los que más se puede pedir por ellos, ya que piensan que pueden exigir más. Por esto, suelen quedarse en el propio puente en el río Bravo para que no los secuestren. A los cautivos los meten en fincas, que allí les dicen ranchos, donde permanecen hasta que deciden qué hacer con ellos.
Los migrantes salieron de sus países buscando una vida digna que brindarles a sus familias. Entre ellos es muy frecuente que dejaran a esposas, hijos, o padres mayores. Su único objetivo es progresar para algún día traer también a sus seres queridos. No piden dinero, ni comida, piden trabajo y una mano para sacar adelante a su familia. Y así van pasando los meses, los años, y pierden a sus padres, no pueden viajar para enterrar a los suyos. Ahora chocan con muros o con aplicaciones en un teléfono para subir sus datos con su foto para solicitar asilo o alguna autorización de los Servicios de Inmigración, pero a menudo no reciben confirmación.
Sus vidas tienen un destino incierto, cada día amanecen entre fogones tratando de calentar a sus pequeños, y sueñan con estar entre paredes en una casa, con un baño, una cama, tratando de consolar a sus niños y darles comida caliente, porque frustrados saben que las lágrimas no sanan las heridas. Sólo esperan que alguien les abra el corazón y les brinde algo de generosidad.
La abogada Jany Martínez-Ward se identifica con ellos, porque sabe muy bien cómo se sienten, por eso no puede quedarse indiferente a los problemas de nuestra comunidad. Unida a su iglesia y a la emisora Oasis 1210 AM de Miami, se sumó en esta “Misión Frontera de Ilusiones” para llevar alimentos, agua y ropa para protegerse. La Biblia nos recuerda en Deuteronomio 24:17, “... al extranjero no maltratarás ni oprimirás, porque extranjeros fuisteis…”, ojalá que lo recordáramos más a menudo.
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